Me enamoré del famoso pastel 'temblorín' de Japón y lo preparé
- José Cyan/diseñador visual
- 18 jun 2021
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 19 jun 2021

Ahorré dos años un dinerito en mi trabajo mal pagado (una agencia de Santa Fe) para poder ir a mi destino favorito desde la adolescencia: Japón. Un viaje de dos semanas que me dejó cansadísimo y maravillado, me sentí un astronauta llegando a un planeta extraño, a pesar de que lo había visto muchas veces en programas, series y música.
Bueno, una de las muchas cosas que hacen encantador a ese país es su variedad de postres originales y adaptaciones al sabor local, siempre con un toque elegante y delicado que sólo 'los japos' saben dar, gracias a su cultura producto del sintoísmo, budismo y creencias espirituales armónicas con la naturaleza.

Pasando por Tokio, y luego tomando el Shinkansen (Tren bala japonés), llegué a Osaka, la segunda ciudad más grande de Japón; justo allí me encontré con Rikuro Ojisan (りくろーおじさん), una tienda de postres especializada en pasteles de queso esponjosos y temblorines Kawaii, los cuales se han hecho virales en redes y que no dudé en probarlos.

"El ritual con el que atienden y sirven al cliente es de apreciarse, todo es tan fino y tan kawaii, que uno se siente consentido. Una campanilla simpática indica cuando ya tienen tu postre listo, y una sonrisa, acompañada de un arigato gozaimasu, te hacen el día".
A simple vista, nada del otro mundo, su esponjosidad es lo más especial ¿y su sabor? como el de cualquier cheescake, pero un poco más ligero. Debo confesar que me empalagué muchísimo por que me comí el pastel entero entre la cena y el desayuno del día siguiente; era obvio, demasiada sabrosura para mi estómago, además no quería dejarlo en el refri del hostal y que se lo comiera otro mochilero hambriento.

Ya instalado en tierra mexicana, me pregunté si en algún lugar habría una sucursal o local que preparara esos pasteles. ¿Y qué creen? En 2018 aún no existía alguno. Me quedé con las ganas.
Sin embargo, un día 'pandemioso' de 2021 me topé con un video en Facebook donde hacían este cheesecake con un método casero, me animé sin dudarlo, parecía muy fácil; claro, ver es más fácil que hacer.
Todo pintaba hermoso hasta ahí. Los utensilios “aesthetic”, la técnica para hacer las mezclas (que creo al dude le llevó años dominar) y su edición en donde las cosas se hacían casi al instante, no parecía big deal.
Así que puse manos a la obra.
Antes debo mencionar que, debido a la pandemia tuve que regresar a casa de mis padres, así que con el permiso de mi madre, me puse a buscar en su cocina lo necesario para realizar este pastelito. Era tal mi entusiasmo que mi 'ma' se ofreció a ayudarme, aunque no era necesario- le dije-, ya que, según yo, todo iba a ser F-Á-C-I-L.
El chiste es que me lancé al súper a buscar lo que me faltaba: queso crema, un molde de aluminio, algunos utensilios, medidores de gramaje, líquidos y arándanos.

Tenía ya todo en la mesa, o casi. Me di cuenta que necesitaba más trastes de los que pensé utilizar (maldita magia de la edición).

Empecé con algo sencillo: mezclé la mantequilla, la leche y el queso crema en un bowl, para después pasarlo en baño maría y mezclar otra vez. Después de que se hizo una pasta firme y aguada, le agregué la harina de trigo (no encontré de pastel :( ), y de nuevo mezclé hasta ver que no quedaran grumos.

En otro bowl partí los huevos y saqué las yemas para integrarlas a la mezcla, y, de nuevo, otra meneada. La clara que había quedado se convertiría en merengue agregándole el jugo de limón y esparciendo azúcar cada cierto tiempo mientras se batía.
"Aquí es donde me encontré con el primer obstáculo: hacer esto requiere de habilidad, no es para cualquier mortal".
En mi primer intento quedó una baba toda espumosa, no se parecía en nada a lo del video; entonces mi mamá entró en acción, ella, con su habilidad de muchos años, batió la mezcla con una firmeza y experiencia que en cinco minutos hizo un merengue digno de los dioses. Aquí puedo decir que la única cosa que salió perfecta durante el proceso, fue eso, el merengue de mi 'ma' (jaja).

Proseguí a revolverlo poco a poco con la masa que había hecho todo noob, de nuevo, hasta que no quedara grumo alguno. Otra vez entró a escena mi 'ma', me hizo el favor de preparar el traste para la mezcla, colocando papel encerado y poniendo algo de mantequilla para que no se quedara nada pegado. Esparcí la mezcla en el recipiente, coloqué los arándanos encima, cuando debí haberlos puesto al principio, y la primera horneada fueron 30 minutos a 150º, tic tac... un espacio de cinco segundos con la puerta abierta y 60 minutos a temperatura de 110º.

El pastel nada más no subía, no se veía un rastro de que se moviera, estaba ahí, todo pálido y sin quehacer, sólo se notaban algunos hoyuelos y un pedazo de arándano asomado.
Recapitulé todo lo que pudo haber fallado en el proceso: la harina no era pastelera, uno de los huevos soltó una yema esparcida que se diluyó en la clara, tal vez la leche agregada tenía que ser entera y no deslactosada (porque adulto); quizá no era meter el pastel en la parrilla de hasta abajo, sino sólo colocarla en el mero piso del horno para su pronta cocción, el molde no era alto y hondo como el del video.
Como no supe qué fue, agregué 30 minutos al reloj, todavía con los 110 º puestos, esperé un poco mientras jugaba Animal Crossing, y nada, seguía esa condenada masa blanca troléandome.

Entonces mi jefa entró al rescate, me dijo -auméntale la temperatura a 200 grados!-, al principio, pensé que no era buena idea, pero al final, pensé -alv es el primer intento y no importa regarla-, el chiste era echar a perder para aprender.
Seguí el consejo de mi madre, esta vez no usé temporizador, sólo estuve checando la ventana del horno para ver si cambiaba. De inmediato empezó a oler a pastel, fue un buen augurio, esperé entonces pegado al horno y a mi Switch para que empezara a dorarse, y así fue, poco a poco la superficie empezó a tomar un tono marrón, aunque no se infló, se esponjó lo suficiente como para enterrar el pedazo de arándano que aún se veía.
Pasaron otros 30 minutos para que ¡por fin! tomara el color adecuado. Apagué la estufa y esperé 15 minutos para que bajara la temperatura y que no se desinflara lo poco que estaba.

Si llegaste hasta aquí, seguro compartes conmigo que ya fue un win.
Lograr ese look kawaii y fino de Rikuro y de los videos de internet requiere de mucha destreza y maña.
Mientras esperaba la cocción, me entretuve viendo videos de otras personas intentándolo, por lo general asiáticos (parece que es un don), todos hacían cosas diferentes en la mezcla, en el tiempo de cocción y en la manera en que tomaban los utensilios, chale.
Finalmente, lo saqué del molde y me dispuse a comerlo con un chocomilk, café hubiera quedado bien, pero para mí es una bebida mañanera, con esto dije Itadakimasu! y estaba rico!
Esperen la revancha en una siguiente entrada, va el volumen II.

Para seguir más de cerca a Jesús:
IG: @JoseCyan
Comentários