Perdí el olfato por COVID-19 y viví para contarlo
- Paulina Nares/cuentahistorias
- 7 mar 2021
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 15 jul 2021

El virus que no vemos, pero sabemos que existe porque ha cobrado la vida de más de 190 mil personas en el país, me quitó el olfato y el gusto. Ahí supe que me había alcanzado.
Ese nuevo coronavirus, que en 2019 parecía sacado de una película grabada en un mercado ‘húmedo’ de China, nos recordó que muchas veces la realidad supera la ficción. Las cifras de Salud señalan que a estas alturas el SARS-CoV-2 ha infectado a más de un millón de mexicano/as.
Ser uno más en la estadística de contagiados es algo que se dice fácil cuando has superado la COVID-19; sin embargo, este enemigo casi invisible es impredecible y hasta traicionero. “Hay pacientes que están saturando bajo (70) , no tenían la sensación de ahogarse, y, en cuestión de horas requieren intubación. De ahí ya es muy difícil salir”, me dijo Itzel Rodríguez, especialista en medicina interna del ISSEMYM, Ecatepec.
Honestamente, al ser algo nunca antes vivido, uno toma las medidas tan recomendadas, pero nunca te imaginas ni por dónde ni cómo entrará a tu sistema, a tu casa y a tu familia.
Yo pensaba que las tomaba: gel, alcohol, lentes, a veces careta y cubrebocas, pero te cae el “el veinte” conforme las anécdotas del ‘bicho’ se van acercando a ti.
La saturación de los hospitales, la desesperación por el oxígeno, personal de salud exhausto, crematorios a tope; el contagio de artistas y personalidades, el de algún conocido/a de una amigo/a, de la vecina o el vecino, de tu mejor amiga o amiga y de tu familiar o tú mismo/a.
Traté y tuve la fortuna de poder quedarme en casa, pero un día, el encierro te vence, entonces comienzas a salir por la despensa (cosas de primera necesidad), a la tiendita de la esquina o al súper, luego por un café con esa persona que hacía tiempo no veías o con quien querías conocer, después ya estás un restaurante, un camión, avión o Airbnb.
Incluso, alguna vez nos reunimos en familia como solíamos hacerlo antes de la pandemia todos los sábados, donde las tías llevaban alguno de sus exquisitos guisos y el café de olla y las risas no faltaban. Todos llegaban con cubrebocas, pero salían sin él.
Todo parece normal (incluso el dolor de cabeza, escurrimiento nasal, y dolor de cuerpo) hasta que te das cuenta que no hueles nada, pruebas algo y no te sabe. En enero cuando iba a cenar noté que no olía nada, corrí a ver si podía lograrlo con un perfume y nada. Aquel experimento terminó en masticar chile habanero sin ningún reparo. Ese día supe casi con certeza que se trataba de COVID.
Debo confesar que, en un principio, mi primera reacción fue negarme, ¿y cómo no?, ¿quién quiere tener un virus del cual aún se desconoce mucho? En ese entonces, ni Pfizer ni Sputnik V figuraban en tierra mexicana.
¿Y mi familia? Me había estado durmiendo con mi 'ma' mientras veíamos las historias de terror de Carlos Pinto: “El día menos pensado”, también hecho ejercicio con mi hermano y comido en la mesa con mi papá.
Aún así sabía que tenía que actuar rápido, entre comillas, porque el virus tiene un periodo de incubación de entre 1 y 5 días. Enseguida fui por un cubrebocas, le avisé a mi familia y me encerré en mi cuarto. Al otro día me hice la prueba rápida y en una hora me llegó el resultado por correo: positivo. Mis sospechas eran ciertas. Contacté a un médico y me dio seguimiento puntual por WhatsApp.
Para entonces, mis dudas eran un tanto obsesivas. Agradezco la paciencia del médico Zamora. En resumen, sus instrucciones fueron: encierro en mi recámara por 14 días, separar mis trastes de los de mi familia, si tenía que salir a alguna otra área de la casa sería con cubrebocas y desinfectar todo el tiempo mi cuarto y lo que tocara.

¿Hay medicina? ¿Me tomo algo? "Nada. Si a caso para apoyar a nuestro sistema ADerogyl una vez por semana y vitamina C a diario. Tomarse el oxígeno (debe marcar arriba de 90 y arriba de 60) y la temperatura tres veces al día, aspirina 100mgs por las noches, guardar reposo y tomar mucha agua".
¿A los cuántos días dejo de ser contagiosa? "A los 14 días, pero si te hicieras la prueba después de ese tiempo, probablemente saldrías positiva, quedan fragmentos. Pero eso sí, aunque generas cierta inmunidad, depende de cada organismo, puede ser de 15 días hasta 5 meses, pero ¡ojo! puedes volver a contagiarte", hizo hincapié Zamora.
¿Por qué se pierde el olfato cuando te da COVID?
Me di a la tarea de preguntarle a la doctora Rodríguez, quien me explicó que es es una de las manifestaciones neurológicas de la COVID-19 y se presenta en un 30% de las personas con la enfermedad. Regularmente viene acompañada de la disgeusia (pérdida del gusto).
A detalle:
"Este virus tiene una proteína llamada “S”, la cual hace que (el virus) se pegue a nuestros receptores (células), específicamente en la enzima convertidora de angiotensina (una proteína que tiene funciones como regular el ritmo del corazón y la presión) y estos receptores se encuentren en toda la mucosa respiratoria y el tubo digestivo, de ahí las manifestaciones de la enfermedad: infecciones respiratorias e incluso diarrea", especificó la especialista.
"Es como si el virus fuera la llave y anda buscando en el cuerpo la cerradura".
Itzel Rodríguez, doctora del ISSEMMyM, Ecatepec.
Según la internista, hay dos teorías: la de la inflamación y la anosmia posviral:
La primera sugiere que pasa porque las células de sostén de nuestras neuronas olfatorias (células de Bowman) tienen esta enzima (angiotensina), que funge como el receptor para que se pegue el virus. Se inflama y afecta al sistema que da soporte a este tipo de neuronas y entonces no pueden captar el estímulo las neuronas.
La segunda hace que se alteren las neuronas que nos hacen captar los olores, y, regularmente ocurre después de los primeros síntomas.
¿Cuánto tarda en volver el olfato?
Aproximadamente de una a dos semanas o incluso hasta 5 meses.
Además, Rodríguez me recomendó estar atenta a otros síntomas porque "como hay una inflamación sistémica se generan coágulos pequeños que pueden llegar a dar infarto cerebral o lesión renal aguda". También dijo que hay manifestaciones dermatológicas, por ejemplo puntitos rojos en la piel o la lengua.
Y ¡ojo! que después de superar la COVID-19 quedan secuelas. En mi caso fueron leves: ojos rojos, resequedad corporal, dolores de cabeza intensos y cansancio anormal. La doctora señaló que puede llegar a durar hasta 6 meses.
A la fecha no he recuperado al 100% el olfato y el gusto. Que no puedas oler el café de la mañana o que los tacos y la pizza no te sepan es algo que no le deseo a nadie. Aunque estoy consciente de que mi familia y yo fuimos muy afortunados de no haber necesitado un tanque de oxígeno. No imagino cómo sería si ya no estuvieran aquí.
Así que no importa de qué color esté el semáforo: la COVID-19 existe, no se ha ido, cada vez hay más cepas y van menos de 3 millones de personas vacunadas en el país.
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