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"Sin ojo de venado": así fue mi primera vez reporteando

  • Foto del escritor: Paulina Nares/cuentahistorias
    Paulina Nares/cuentahistorias
  • 7 mar 2021
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 31 may 2023



A Guanajuato lo conocía de la infancia, cuando íbamos de vacaciones en familia al Cerro del Cubilete, al Callejón del Beso y a ver a las momias; también por José Alfredo Jiménez. Nunca se me hizo ir al Cervantino a casi morir ahogada de alcohol en sus calles llenas de fiesta y actividades culturales.


Quién diría que casi diez años después, una de sus ciudades, León, me tenía guardada una jugada.


Conocer a Miguel Reynoso en un stand de una feria de calzado internacional resultó una epifanía. Tras una mala racha laboral, y casi a punto de tirar la toalla, me surgió una oportunidad, de esas que sólo pasan una vez y que luego de un gancho al hígado, tienes que demostrar, o más bien demostrarte, de qué estás hecha/o.


Aún puedo sentir la ansiedad y los nervios que me invadieron cuando supe que iría a mi primer cobertura. Días antes, para que mi "Dory" interior no me traicionara, con ayuda de un viejo amor periodista, hice una lista con todo lo que hay cargar consigo, desde el banco de batería y la grabadora hasta las toallas femeninas.


Lo que quizá faltó en esa lista fue una pastilla mágica para los nervios, el miedo, la frustración y el estrés; además de un jarabe de seguridad y confianza. Estaba tan nerviosa que ni siquiera recuerdo cómo llegué al hogar de las 'fieras leonesas' (no es broma).


¡Llegó el gran día! Me levanté como si reviviera del más allá. Los nervios se apoderaron de mí, incluso antes de que sonara mi alarma. El clima pintaba caluroso, y, después de probarme mil prendas, tuve que decidirme por una cómoda, pero "profesional" (según yo).


Crucé la puerta del hotel con una mochila que parecía de soldado en guerra y llegué al punto acordado con el RP en Poliforum León. A partir de ahí todo pasó como en cámara rápida, tal vez influyeron las miles de tazas de café (ojalá hubieran sido de mezcal) que me bebí como si no hubiera un mañana.


Recorrí cinco pisos de arriba a abajo como mil veces, perseguí a personalidades, grabé y tomé fotos. Me atreví a entrevistar con mi inglés "intermedio avanzado", más intermedio que avanzado, se me quitó el hambre y hasta náuseas me dieron. Ése día perdí mi ojo de venado. Aquel que me ponía mi abuelita Cruz para cuidarme del “mal de ojo”, “las malas vibras” y “todo mal”, y el que Caifanes evocó para el mal de amores.


Para entonces ya llevábamos la mitad del itinerario y yo sólo veía como volaban los dedos de las y los colegas en las 'compus' para enviar notas. Las manecillas del reloj me perseguían. Necesitaba un milagro de latón.


A como dios me dio entender envié mi primer conato de nota que hablaba sobre el panorama de México en la industria del calzado con el entonces TLCAN , el CPTPP y la incierta llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. Esa nota nunca vio la luz, pero aprendí que a veces lo que buscas está en donde menos lo esperas.


Ya casi al final de la cobertura, ahí en una esquina, que a metros de distancia olía a piel, conocí a Miguel Reynoso.



Después de fingir que compraría y preguntarle cosas, le confesé mi identidad. Así como que no queriendo y entre la multitud, Reynoso me compartió su historia, por todo lo que pasó para emprender con botas vaqueras y sus sueños.


Ya picados en la entrevista me invitó a su fábrica. Ocupé mi 'tiempo libre' para ir y descubrí todo un mundo. Conocí a sus empleada/os y familia. Aprendí del negocio, también cómo se hacen las botas artesanales y que, si el encargado de una de las máquinas no se pone listo, puede rebanarse un dedo. Otra cosa que aprendí fue a hacer un tripié con mis brazos y manos.





Al final del recorrido me sentí responsable de compartir su historia, que también es la de miles de emprendedore/as del país. Me prometí y le prometí dar mi máximo para lograrlo.


Armé una nota con su historia con la esperanza de que fuera "la buena". Luego de pasar por edición y curaduría, me dijeron que se iba a "Economía". Mis oídos no daban crédito hasta que mis ojos lo vieron en el previo del PDF., que por cierto, me tocaba subir porque también era redactora del horario de madrugada. Subía al sistema las notas que aparecerían al otro día en el portal y a veces también se publicaban en el Impreso.


Recuerdo que tomé el celular y escribí: “Don Miguel, buenas noches (que más bien eran madrugadas), si yo fuera usted, mañana compraba el periódico El Financiero”.


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